viernes, 5 de noviembre de 2010

Con un niño en el alma



Karina R. Chiw


Mirar al pasado trae añoranzas. En el ayer quedaron las risas, los juegos y el desparpajo que nos caracterizaba cuando éramos niños. Nuestra despreocupada infancia ha dado paso a una edad adulta quizá monótona y aburida. 


El hoy, repleto de obligaciones y responsabilidades, no nos deja más remedio que actuar como las personas que somos, con un mundo a cuestas que pesa más de lo que quisiéramos cargar. 

Caminamos por la vida siempre por el mismo sentido, sin una variante, porque lo que aprendimos nos ha dado resultado. “Más vale malo por conocido, que bueno por conocer”, dice un conocido refrán.¿Dónde quedó nuestra espontaneidad, aquel deseo de aventura, la curiosidad y la inocencia? En cada esquina nos sorprendíamos ante nuevos hallazgos; nuestra imaginación nos llevaba a volar. 

La mayoría de nosotros, los adultos, hemos dejado por completo en el olvido al niño que alguna vez fuimos. Aquel pequeño que pasara lo que pasara podía disfrutar la vida intensamente. Hoy, nuestros días teñidos de gris no tienen más cabida para el azul del cielo y el brillo que cada mañana dibujaba una sonrisa en nuestros labios.Pero esto no quiere decir que no exista todavía en nosotros algún residuo de nuestra niñez. Basta sólo con escarbar un poco, apenas por debajo de la primera capa que cubre nuestra alma, para encontrar el tan anhelado tesoro de inocencia, ternura, alegría y sencillez que todos llevamos dentro. Lo que necesitamos ahora, abierto ya el cofre, es volver a utilizar todas esas joyitas y piedras preciosas que alguna vez decidimos enterrar para siempre, porque erradamente pensamos que no las necesitaríamos más. 

Sin dejar de ser nosotros mismos, podemos ver al mundo como si fuéramos niños otra vez, sin tantas complicaciones. Sin dejar de sorprendernos. Mirar más allá de lo que nuestros ojos ven. Observar con el corazón y descubrir en las flores, en el amanecer, en los animales, en las personas, en las sonrisas y en los diferentes acontecimientos diarios, el milagro de la vida y del Dios que todo lo creó. Con una alegría sin límites. Que nada nos distraiga del gozo que nace de sentirnos vivos, del latir de nuestro corazón y de nuestro respirar. Con curiosidad y con la inagotable capacidad que poseemos de vivir mil y una fantasías y aventuras.

Alejándonos de la monotonía, la rigidez y lo aprendido, dando paso a la creatividad. Demos forma a algo que quizá nunca pensamos. Y aplicarla en todas y cada una de las áreas de la vida: el trabajo y las relaciones con la familia, amigos y cualquier otra actividad que desarrollemos.

Dándonos la oportunidad de divertirnos y reírnos un poco. Jugar con la consigna de pasarla bien sin temor al ridículo. Con la disposición de pedir ayuda. A veces los años nos hacen orgullosos y nos impiden buscar apoyo o consejo porque creemos que eso nos resta dignidad y nos hace parecer débiles. Sin embargo, al dejarnos proteger y mimar como a los niños, damos oportunidad a los demás a darnos su seguridad y apoyo.

Hablando siempre con la verdad sin temor alguno, decir lo que pensamos y sentimos, es quizá la mejor herramienta para evitar malos entendidos y problemas innecesarios.

Gozando el presente. El mejor remedio para el estrés es dejar de preocuparnos por el ayer que ya se fue y por el futuro que aún no llega. ¿Cuándo hemos visto a un niño agobiado por el ayer y el mañana? Para ellos el vivir el hoy, el aquí y el ahora, es lo más importante. 

Sin resentimientos. Desprenderse del mal que nos han hecho, es quizá lo más difícil para nosotros los adultos. Muchas veces andamos como el Pípila cargando en nuestra espalda un bloque enorme de rencores y resentimientos que nos impiden avanzar y crecer. Aprendamos de los niños que aunque hoy se enojan y se pelean con sus amigos, perdonan y olvidan, y mañana ni se acuerdan de lo sucedido.

El espíritu más genuino es el infantil. Ser niño es vivir sin prisas, con autenticidad, conservando la alegría y el entusiasmo que nos permite disfrutar la vida con libertad y sin complicaciones. ¡Qué bien nos haría mantener nuestro niño a flor de piel!.

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